EL DETONANTE DE LA REVOLUCIÓN
La imposición del pago de la Contribución Personal, decretada por el Prefecto Noriega, fue la gota que colmó la paciencia campesina. El prefecto, en su pretensión de restablecer la Corte Superior de Justicia de Ancash, cerrada desde fines de la guerra, no tuvo mejor idea que imponer el pago de la Contribución Personal a los campesinos. El monto fijado era de dos soles de plata.
La gente en esos días ya no conocía las monedas. A raíz de la guerra se había impuesto el papel moneda; pero también, éste se había desvalorizado. Se cambiaba un sol de plata, por veinte soles en billete. Precaviendo una caída en el precio, el Prefecto ordenó se paguen treinta soles en billete si no se conseguían los dos soles de plata.
Imaginémonos la reacción de la población campesina, que apenas ganaba jornales de cinco reales, y tenía que reunir treinta soles en un plazo mínimo, Realmente la disposición de la autoridad era absurda. Los campesinos buscaron quien les haga un memorial solicitando el retiro de la disposición. El prefecto, en vez de buscar soluciones, se puso a buscar enemigos. A fines de febrero, hizo encarcelar a Atusparia, líder de los alcaldes campesinos y mandó azotarlo por “el zambo Vergara”, ayudante del Gobernador Collazos, para que denuncie al redactor del memorial. Al saber esto, los alcaldes fueron a reclamar a la prefectura, Noriega ordenó detenerlos y con enorme falta de tino, dispuso se les humille cortándoles las largas trenzas, símbolo andino de su autoridad. Era el día 1 de marzo.
EL DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS
El 2 de marzo, al conocerse el ultraje a sus alcaldes, los campesinos de Unchus y Marián reaccionaron violentamente. Se dirigieron a la prefectura para reclamar pero fueron recibidos a tiros por los gendarmes y los soldados del Batallón “Artesanos de Huaraz”. Luego de una dispersión inicial, se reagruparon en las alturas del puente de Auqui, hasta donde fueron perseguidos por los soldados. Allí se trabó una lucha de cinco horas, donde murieron cientos de campesinos. Esa noche, en Marián se reunieron los alcaldes de todos los caseríos que circundan la ciudad y planificaron las acciones del día siguiente. Angel Baylón sería el jefe del grupo que invadiría Huaraz desde el este, sus órdenes eran tomar Pumacayán. Joaquín Guerrero, encabezaría a los campesinos de la Cordillera Negra y debía atacar desde “El Balcón de Judas”. Manuel Granados y Cossío Torres dirigirían a los que vendría de la zona norte y debían ingresar por Patay y el puente Quillcay. Juan Sánchez fue elegido jefe de los que deberían llegar desde el sur y posesionarse de la Plazuela de Belén.
La ciudad de Huaraz fue tomada a sangre y fuego el 3 de marzo de 1885
El 3 de marzo de 1885, los campesinos de los caseríos de Huaraz invadieron la ciudad a sangre y fuego, asesinaron a 180 gendarmes y soldados del Batallón “Artesanos” y se apoderaron de la ciudad. Si al día siguiente retornaban a sus estancias, el movimiento no hubiera pasado de ser una revuelta, un motín; pero decidieron quedarse y expandir el movimiento, darle un programa y levantar sus reivindicaciones; así se fue convirtiendo en una verdadera revolución.
El mando supremo, quedó en manos de Pedro Pablo Atusparia, Alcalde Pedáneo de los caseríos del Distrito de Independencia. Atusparia demostró rápidamente que tenía cualidades de líder. No dejó que la soberbia se le suba a la cabeza y planificó una alianza con los opositores al gobierno de Iglesias, mientras se contactaba con más dirigentes campesinos a lo largo y ancho del Callejón de Huaylas. Fruto de esa idea fue el nombramiento del abogado cacerista Manuel Mosquera como nuevo Prefecto el día 5 de marzo. Atusparia se reservó el título de “Delegado de la Prefectura”, pero la autoridad la imponía él.
El 15 de marzo cayó Carhuaz, de allí surgió un bravo líder experto en lucha de guerrillas y el uso de explosivos, era el minero “Uchcu Pedro”. Llegada la Semana Santa, Atusparia hizo un alto a sus labores revolucionarias y dispuso que las celebraciones religiosas se realicen con normalidad, él mismo llevó el Palio del Santísimo en la procesión del Jueves Santo.
Los licenciados del Batallón Yungay defendieron Yungay bajo las órdenes de M. Rosas Villón
Los líderes campesinos ubicaron en Mancos su cuartel general con la idea de expandir la revolución hacia Yungay y Carás. El 29 de marzo, José Orobio, conocido como “El Kori blanco”, al mando de mil hombres inició el asedio a Yungay. Luego de tremendas escaramuzas, Yungay fue tomada el 4 de abril. En Yungay la Guardia Urbana dirigida por don Manuel Rosas Villón contaba con seis compañías y tenía las armas que durante la Guerra del Salitre, habían pertenecido al “Batallón Amazonas”. Es por ello que hubo que hacer una estratégica planificación para el ataque a Yungay.
Caraz se rindió a los campesinos el día 6. Mucho influyó en este hecho la participación del presbítero Fidel Olivas Escudero, quien pudo convencer a los alzados a ingresar a la ciudad pacíficamente acompañando la procesión del Santísimo Sacramento.
Dueños los campesinos de todo el Callejón de Huaylas, se dedicaron a fortalecer al movimiento. Enviaron emisarios a otras provincias de la zona de Conchucos y avisaron del movimiento a los huanuqueños. Por otro lado, Atusparia dispuso la toma de las haciendas y el reparto de las tierras a los campesinos. Esta medida llenó de pánico a los “mishtis” que ante la posibilidad de perder sus propiedades, enviaron pedidos urgentes a la capital, exigiendo el inmediato envío de tropas para develar la revolución de los desposeídos.
"Soldados de piedra" de Uchcu Pedro en la Cordillera Negra, ardid para engañar al ejército
Pese a la encarnizada defensa que los guerrilleros de “Uchcu Pedro” realizaron en los contrafuertes de la Cordillera Negra, derrotando hasta a dos ejércitos enviados desde Casma, por fin, un tercer ejército al mando del Coronel Callirgos, pudo romper las defensas campesinas y por la vía de Quillo llegó a Yungay.
Con la intempestiva llegada del ejército a Yungay el 20 de abril de 1885, la revolución campesina, entró en franco proceso de crisis, luego de casi dos meses de incesante avance.
“Uchcu Pedro” se encargó de organizar el desalojo del ejército. Atacó Yungay durante tres días desde el 25 de abril. Poco pudieron hacer sus fuerzas ante un ejército disciplinado que contaba con 700 soldados armados con la tecnología más moderna llegada al Perú luego de la guerra. Tenían además tres metralletas y un cañón. Así, con armas modernas, el ejército que nunca venció una batalla a los chilenos, se ensañó en Yungay masacrando a campesinos peruanos.
Las consecuencias de esta derrota fueron funestas para los intereses de la revolución campesina. En Yungay murió la flor y nata de las tropas campesinas, la tragedia fue tanto peor cuanto que hasta el propio líder del movimiento revolucionario, Pedro Pablo Atusparia, había sido herido de gravedad. De morir Atusparia en Yungay, su figura se hubiera alzado con inimaginables rasgos legendarios. Pero no murió y ese fue el inicio de su derrota personal.
El Coronel Joaquín Iraola que acompañaba a Callirgos, venía nombrado como Prefecto de Ancash. Él dispuso el inmediato ataque a la capital departamental. Olivas Escudero intercedió para que se realice una tregua con motivo de la fiesta del patrón de la ciudad. Iraola fingió aceptar, pero dispuso el ataque a la ciudad para el 3 de mayo, fiesta del Señor de La Soledad. De este modo, con traición, las huestes campesinas fueron sorprendidas, acribilladas y expulsadas de la ciudad.
Pese a haber tomado Huaraz con relativa facilidad, el ejército tuvo que pasar dos grandes sustos antes de reducir completamente a los campesinos. El 7 de mayo fue atacado el cuartel general del ejército, que por esos días se ubicó en el Colegio “De La Libertad”, barrio de San Francisco. El 11 de mayo, “Uchcu Pedro”, el invencible Pedro Cochachin, atacó Huaraz desde la Cordillera Negra, en lo que constituyó la batalla de Huarupampa, donde fallecieron más de mil aguerridos campesinos.
Atusparia, preso en casa del Inspector de Cárceles, Fabián Maguiña, había perdido totalmente el mando de la revolución. Se le perdonó la vida a ruego de influyentes pobladores que adujeron en su defensa, el haber sido un jefe mesurado y magnánimo, que evitó el saqueo a la propiedad privada. “Uchcu Pedro”, al mando de los pocos valientes que aún seguían bajo su liderazgo, se retiró hacia la Cordillera Negra para seguir hostigando al ejército con ataques esporádicos, en espera de la llegada de tropas del General Cáceres, quien nunca acudió a su llamado. Estas acciones las realizó hasta el mes de setiembre, cuando cayó en una emboscada en Quillo y fue fusilado en Casma. Pedro Celestino Cochachin, falleció el 29 de setiembre de 1885.
Cáceres nunca llegó en apoyo a Uchcu Pedro
Otros héroes de esta revolución fueron: Ángel Baylón, José Orobio, el Curaca Tupish Huanca, Pedro Granados, entre muchos otros valientes campesinos y campesinas; y Luis Felipe Montestruque, el periodista que dirigió “El Sol de los Incas” vocero de la revolución.