El Inca y las Pallas de Chiquián
Este martes tenemos feriado gracias a Santa Rosa de Lima, la primera santa de América. Patrona de muchos pueblos, acá se la festeja en Huallcor, también en Cátac y principalmente en Chiquián, donde el 30 de agosto es fiesta grande. La danza tradicional que acompaña esta fiesta es la de las pallas. La danza de las pallas de Chiquián, con su Inca, su Capitán y su Estandarte, es una representacion de la invasión de los españoles que culmina con la captura del Inca.
Vale la pena ir a Chiquián para apreciar una de las fiestas más tradicionales de Ancash.
Bellísima Palla de Chiquián
La danza de las Pallas no es exclusiva de Chiquián o Bolognesi, es una danza pan ancashina. Con sus particularidades y detalles propios de cada zona, esta danza se encuentra practicamente en toda la región, principalmente en las provincias de Corongo, Pomabamba (la Tinya Palla), Antonio Raimondi (Pallas, su Duende y los Aucas), Bolognesi, Recuay (Marca, Cotaparaco, Tapacocha, etc), Huari (San Marcos, Chavín, etc), Sihuas, Pallasca y Yungay (Pallas de Marap). Acá en Huaraz también teníamos nuestras pallas, pero esta danza languidece en algunos caseríos colindantes con Olleros.
Las Pallas de Marca, de Recuay, con su Inca y Rumiñahui
No estamos errados en señalar que la danza de las pallas, con sus múltiples variantes, es la que tiene mayor presencia en nuestra región. Mucho más que la danza de los Negritos, o los Huanquillas, o la de los Shacshas, que también son danzas que se representan en diversas provincias. Y ojo, es ejecutada exclusivamente por mujeres; el Inca y el Rumiñahui en algunos casos, son figuras decorativas.
¿Qué representa la danza de las pallas? ¿Por qué se le baila en todo Ancash? ¿A qué se debe su arraigo en la mentalidad andina? La respuesta a estos interrogantes es sencilla. Esta danza, surgió a raíz de un hecho traumático para el hombre andino, nace a la caída del fabuloso imperio de los Incas, y representa la añoranza del poblador andino por la grandeza de nuestra cultura ancestral.
El hecho de que lo dancen mujeres y entonen sentidos versos alusivos al Inca, es porque la mujer es la guardiana de la cultura y el Inca representa en su persona, la civilización andina.
El origen de la danza de las Pallas es incaico. Indudablemente que con el correr del tiempo y la influencia española, ha sufrido cambios radicales.
Cuenta la historia que el 16 de noviembre de 1532, el Inca Atahuallpa fue derribado de su trono por Francisco Pizarro en la plaza de Cajamarca. Este traumático suceso ha partido en dos la historia del pueblo andino. Hay un antes y un después de la captura del Inca Atahuallpa.
Por más que la mayoría de los pueblos que constituían el Tahuantinsuyo estaban en contra de los incas del Cusco y se aliaron a los españoles para liberarse del yugo cusqueño, una vez asumido que el verdadero enemigo era el “otro”, el extranjero, el foráneo, los pueblos andinos reconocieron en Atahuallpa al verdadero padre de nuestra cultura, al unificador de nuestra historia.
La figura del Inca sintetiza el mesianismo andino
En torno a él, al Inca Atahuallpa, se crea y alimenta el mesianismo andino. La esperanza de un retorno a la gloria de los tiempos ancestrales, se nutre con la mítica figura del Inca redivido.
A la llegada de los españoles, el culto a los antiguos dioses fue reemplazado por el cristianismo. La invasión y la conquista española trajeron consigo una nueva cultura, con su lengua, sus usos y costumbres, provocando un choque entre dos formas de entender el mundo.
Es entonces que en todos los pueblos andinos surge la presencia de la mujer, como depositaria de la vida y de las tradiciones. Ellas serán las encargadas de invocar el retorno del Inca con una danza reconocida con el nombre de Pallas.
Las Pallas de Corongo
La danza de las Pallas ya se conocía en el siglo XVI. Con el correr del tiempo se ha ido adaptando a las circunstancias, especialmente en la vestimenta. Pero la esencia de la danza no ha cambiado.
Claro que hay variantes de esta danza que han eliminado al Inca y tienen otra motivación. Esto es motivo de estudio de etnólogos y antropólogos.
En Yungay, la danza de las Pallas de Marap, tiene directas alusiones a la veneración de la Jara Mama, el maíz, que en tiempos ancestrales debío ser una gran deidad de nuestro pueblo, habida cuenta que el maíz es uno de los dos alimentos principales del Ande peruano. Aqui no intervienen varones, una dama guia la danza y tiene dos ayudantes que encabezan dos filas de danzantes. Todas las mujeres llevan una vara que representa una planta de maíz.
En Pomabamba, la Tinya Palla es una danza épica, ejecutada por bellas mujeres. Ellas representan un pasaje histórico, la búsqueda de sus parejas que fueron a luchar contra los "chunchos" y jamás volvieron. Las pallas en la danza ejecutan diversos pasos que representan la infatigable búsqueda de sus seres queridos por las agrestes serranías.
Tinya Palla de Pomabamba
En Llamellín, la danza Las Pallas, su Duende y los Aucas, es la recreación de algún suceso histórico de la época en que los varones se hallaban fuera del lugar y los Aucas (guerreros foráneos) pretenden adueñarse del lugar. La danza nos muestra a las aguerridas damas del lugar, que guiadas por el "duende", un sabio anciano, logran vencer a los invasores.
Pallas de Llamellín, con su Duende
Con todas sus variantes, en los pasos, en la vestimenta y en la intención, la danza de las pallas es una genuina muestra de nuestra diversidad.
La grandeza de Ancash no está exclusivamente en su magnífica historia, ni en sus riquísimos minerales, ni en sus exuberantes paisajes; la verdadera grandeza de Ancash está en su gente, depositaria de tanta riqueza cultural. Se acabarán los minerales, se desglaciará la Cordillera, pero las costumbres no dejarán de ser la más genuina muestra de la vitalidad de nuestro pueblo.