Plaza de Armas de Huaraz, a la derecha la Catedral.
El 3 de octubre de 1968, el General Juan Velasco Alvarado irrumpe en Palacio, detiene a Belaúnde y proclama que se constituye el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Sus inmediatas medidas fueron la nacionalización de la IPC y la implementación de la Reforma Agraria en 1969. Estas medidas acercaron al régimen a un amplio sector de la población. La oligarquía que al comienzo se sintió remecida, tuvo que aceptar el nuevo proyecto político que a la larga le benefició. Velasco reformó la economía peruana; de agraria, la convirtió en semi industrial. Los campesinos, organizados en flamantes comunidades campesinas, pagaron a los ex dueños de las haciendas el precio de ellas en bonos, los que obligatoriamente tenían que ser invertidos en el sector fabril. La Reforma Agraria fue una hábil jugada política, pues acalló la protesta social, postergó en unos años el alzamiento popular y benefició a un nuevo sector de la oligarquía. Para acallar las denuncias de la izquierdista CCP, se le paralelizó con la CNA (Confederación Nacional Agraria), que creó federaciones y ligas agrarias proclives al régimen.
En Ancash, la Reforma Agraria paulatinamente dio paso al cambio de la propiedad de la tierra. Obligados a convertirse en miembros de las S.A.I.S. (Sociedad Agrícola de Interés Social), los campesinos pasaron a ser de tápacos (especie de pongos) a accionistas de una empresa comunal. Era parecido al modelo que años atrás implementó la universidad de Cornell en Vicos, y que a la larga no obtuvo resultados favorables. La Reforma Agraria, que impulsaba una forma de organización occidental y no andina, devino en un rotundo fracaso pues el campesinado jamás pudo adecuarse al modelo que se le imponía.
Huaraz antes del 70.
En Ancash y especialmente en la provincia de Huarás no existía el latifundio, los hacendados eran propietarios de pequeñas haciendas que les dejaban ciertos réditos como para constituirse en los poderosos de la zona; pero cuando llegaban a transformar ese poder en capital político y se hacían elegir diputados y senadores, no tenían ninguna trascendencia en el ámbito nacional. A ese nivel, los latifundistas de la costa eran quienes mantenían la hegemonía. Es así como los apellidos De la Piedra, Aspíllaga, y otros, eran los que rotaban en la escena política nacional.
Yungay antes del 70.
Como consecuencia de la mala implementación de la Reforma Agraria, la producción bajó a niveles de escándalo. Pescadores a río revuelto, quienes se enriquecieron fueron los administradores de las Cooperativas Agrarias y de las SAIS.
La década del 70 se inaugura con un acontecimiento nefasto. El 31 de mayo de ese año, a las 3 y 25 de la tarde, la tierra tembló durante 45 segundos y lo hizo de tal manera que destruyó literalmente todo nuestro departamento. El epicentro del sismo se ubicó frente al mar de Chimbote, pero sus efectos más graves los sufrieron los pueblos del Callejón de Huaylas, pues la honda sísmica rebotó en las dos cordilleras, la Blanca y la Negra, ampliando la magnitud de la catástrofe. Yungay fue arrasada por un alud de nieve que se desprendió del pico norte del Huascarán. Huarás quedó en escombros como la mayor parte de los pueblos del Callejón de Huaylas.
El Padre Augusto Soriano I. sobre los escombros.
El terremoto del 70 marcó el fin de una época. Significó el colapso económico, social y cultural de nuestro pueblo. Se calcula en unos 70 mil los fallecidos, 200 mil heridos y un millón de damnificados. La tragedia motivó el éxodo de los habitantes a otras tierras. Como corolario, la zona, especialmente Huarás se fue poblando de foráneos que llegaron en busca de trabajo atraídos por la reconstrucción.
El gobierno, abrumado por la tragedia, no tuvo una reacción inmediata. Nadie estaba preparado para semejante holocausto. De modo que sus medidas no fueron las más atinadas. Despilfarró la enorme ayuda que llegó del extranjero y por el prurito de no arrimarse al capitalismo, despreció el ofrecimiento de países que deseaban reconstruir nuestros pueblos sin retribución a cambio.
Lo más lamentable fue que los damnificados se sintieron desposeídos cuando el gobierno expropió la ciudad de Huarás, cobrando altos precios por los terrenos a los legítimos dueños. “Sismo sobre sismo”, fue lo que sufrieron los huarasinos de entonces.
La Catedral derribada en 1971.
La década del 70, debido al sismo y a la Reforma Agraria, marcó la transformación total de la sociedad huarasina, tanto en la ciudad como en el campo. Por ello es justo, en este caso particular, hablar de una época antes del sismo, y de otra época después del sismo.
A nivel internacional el gobierno de Velasco se declaró “ni capitalista, ni comunista” y se puso al lado de los “no alineados”. Pero supo entenderse bien con capitalistas y comunistas. Velasco adquirió moderno armamento soviético que puso al Perú en superiores condiciones militares que Chile. En 1972 decretó la Reforma Educativa que tuvo como ideólogo a Walter Peñaloza, notable educador que puso las bases para el desarrollo de la metodología activa; el Sutep, creado en ese mismo año, y que agrupaba a maestros izquierdistas y apristas, declaró la guerra a la reforma y boicoteó el más claro proceso de mejora de la educación peruana.
En el sector fabril, se impulsó la apertura de fábricas de ensamblaje, pues a los Estados Unidos le convenía que en nuestros países se elaboren productos que requerían de baja tecnología, como tuercas y mascarones de fibra de vidrio; pero nunca se trató de desarrollar una verdadera industria nacional. Con la creación de la Comunidad Industrial, la dictadura trató de desestabilizar a los sindicatos. Paralelamente creó el SINAMOS (Sistema Nacional de Movilización Social), un ente corporativo destinado a controlar a la población. Los partidos políticos fueron proscritos. Se clausuraron universidades y se persiguió a la izquierda.
El gobierno militar, al no saber cómo implementar la etapa de reconstrucción de nuestros pueblos, improvisó acciones, y así creó CRYRZA, siglas de la ampulosamente llamada Comisión de Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona Afectada. Sus funcionarios se instalaron en el campamento Vichay a todo lujo, golpeando la dignidad de los damnificados que sin vivienda y sin trabajo, pululaban por las oficinas en busca de una ayuda que nunca les llegó en forma efectiva.
La ayuda internacional la canalizaba la JAN, Junta de Asistencia Nacional, presidida por la esposa del Presidente de facto. Tal era la corrupción de esta institución que el chiste de moda en aquellos tiempos contaba que la primera dama de la república entraba a los almacenes de ropa donada y se ponía escoger diciendo: “una para Juan, otra para la JAN; una para Juan, otra para la JAN”, en alusión a Juan Velasco, su esposo.
Luego de CRYRZA fue ORDEZA (Organismo de Desarrollo de Zona Afectada) y finalmente ORDENOR CENTRO. El experimento de los militares fue voceado como un modelo de descentralización del Perú; pero en realidad fue un rotundo fracaso.
Yungay luego del aluvión de 1970.
La reconstrucción de la llamada zona afectada, es decir todo el departamento de Ancash, no se planificó en base al establecimiento de industrias para generar fuentes de trabajo y dinamizar la economía. Ya para entonces Chimbote, que había llegado a ser el primer puerto pesquero del mundo en base a la depredación de la anchoveta, declinaba tras la muerte de Banchero Rossi.
Poderosos intereses se movían entre bambalinas. Cuando se planteó crear la industria del cemento en Carás, cosa que hubiera abaratado los costos de la reconstrucción de las ciudades, firmemente se opusieron las compañías de cemento “Atlas” y “Pacasmayo”, que tenían a militares en retiro entre sus accionistas.
Hacia 1973 Huarás volvía a la vida. Las oficinas estatales que se habían traslado al barrio del Centenario, poco a poco retornaban a los nuevos edificios que se levantaban en el centro de la ciudad. El mismo camino siguieron los colegios. Santa Rosa funcionó después del sismo en los terrenos que luego fueron adjudicados al Campo Ferial, en Quinuacocha; La Libertad estaba ubicado al pie de la Corte, que por entonces funcionaba en Nicrupampa, tras el ahora llamado Pedagógico y que en esos días se denominaba Escuela Normal Mixta de Huarás.
El 23 de mayo de 1973 se inauguró el nuevo local del Colegio Nacional La Libertad con la presencia del Ministro de Educación. El General Alfredo Carpio Becerra aprovechó la ocasión para anunciar que dentro de la nueva política educativa del militarismo estaba prevista la implementación de la educación técnica y anunció la creación de una ESEP (Escuela Superior de Educación Profesional) en Huarás.
La juventud huarasina, organizada alrededor del Frente Único de Estudiantes de Huarás, que se había constituido para exigir la creación de la ansiada universidad de Ancash, reaccionó violentamente al grito de “¡Universidad, y no ESEP!”. Como corolario de la jornada, el ministro fue expulsado a pedradas de Huarás, los dirigentes perseguidos y el anhelo popular una vez más se vio postergado pues Carpio Becerra dejó la ciudad jurando que mientras él siga siendo Ministro de Educación, Huarás no vería su universidad.
En 1974 el capitalismo internacional sufre una de sus más graves crisis cíclicas, la que repercute en nuestra economía. Los sueldos y salarios se congelaron y no se hicieron esperar las protestas. Agotado el modelo, la oligarquía volvió a la carga y propició un golpe de estado de los sectores más conservadores entre el militarismo. En agosto de 1975, Velasco Alvarado es reemplazado por Morales Bermúdez quien paulatinamente eliminó las reformas que había implementado su predecesor; por ejemplo, en los colegios se volvió al anacrónico memorismo del libro “Coquito”.
En el campo, era dura la lucha por el control de las dirigencias campesinas. La CCP boicoteaba la reforma agraria pues consideraba que no se debía pagar por el precio de la tierra. El SINAMOS persiguió a los líderes campesinos. En 1974 asesinaron en Quillo a Saturnino Minaya Sosa, Presidente Nacional de la CCP; al año siguiente hicieron lo propio con su reemplazante, Pablo Villanueva. Pero la crisis agraria no tenía solución. A fines de 1975, la frontera agrícola se había reducido en relación a los niveles de 1968 y había disminuido la producción pese a que en los últimos cinco años la población se había incrementado.