sábado, 28 de diciembre de 2013

¡INOCENTE!

Un día como hoy, según la narración evangélica se realizó la matanza de los Santos Inocentes en Belén. Este dato nos llevó a publicar en esta página tres años atrás "Un Herodes español". En esta oportunidad trataremos sobre ese personaje tan nefasto en nuestra historia regional.
Se trata del Capitán Francisco de Cháves, paisano e íntimo amigo de Francisco Pizarro, con quien participó en la captura del Inca Atahualpa en Cajamarca aquel 16 de noviembre de 1532. 


Cédula que concede a Chávez la encomienda de Lurigancho.

En 1537 se hizo adjudicar la Encomienda de Lurigancho, en Lima, como reconocimiento a sus servicios al ya por entonces Marqués Francisco Pizarro.
Tras el levantamiento del cerco de Lima de parte de las tropas de Manco Inca, el Cabildo limeño ordenó a Chaves a ir a subyugar y pacificar a los indios que permanecían alzados en Huaura, Atavillos y Lampián, en la sierra de Lima, y en Huaylas y Conchucos, en el Ancash actual.  
Los naturales del lugar, Huaylas y Conchucos se hallaban por entonces en pie de guerra pues los abusos del encomendero de Huaraz Sebastián de Torres no tenían límite y lo habían asesinado en Conchucos. Para que no cunda el mal ejemplo, Cháves fue enviado a dar una tremenda lección a los insurrectos.
En Huamachuco se juntó con el capitán Miguel de la Serna, con el que inició la campaña, que fue muy cruel, especialmente en los Conchucos donde los indios tenían cercado a Gonzalo Pizarro y a sus hombres, que se hallaban en camino hacia el país de la Canela. 


El ambicioso Hernando Pizarro quería ser el descubridor del mítico "País de la Canela"

El castigo de los españoles por la muerte de Sebastián de Torres sobrepasó los límites y desembocó en un verdadero genocidio: luego de quemar y empalar a hombres y mujeres, Chaves hizo asesinar a 600 niños conchucanos menores de nueve años, a los que hizo pronunciar su apellido en vez del nombre de Jesús al momento de ultimarlos. 
Este crimen fue condenado por los mismos españoles en su tiempo y no debe ser considerado como un exceso natural propio de la guerra, como suelen disculparse otros crímenes y genocidios cometidos por los conquistadores en América. 


La matanza de los Santos Inocentes se escenificaba en Huaraz en los nacimientos movibles de la familia Olaza, los Paredes y del señor Guillén.

Toda un área extensa fue convertida en el corregimiento de Conchucos, involucrando bajo la misma jurisdicción a los Pincos del sur (de Chavín y San Marcos), Huaris (entre Huari y Chacas) y Piscopampas (ahora Piscobamba y Pomabamba). 
Pese a la tremenda masacre, los Conchucanos supieron mantenerse altivos y levantiscos durante los 300 años de dominio español.

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