jueves, 22 de diciembre de 2011

CONSECUENCIAS DEL ALUVIÓN DEL 41


Hace 70 años Huaraz veía culminar su “belle époque”, período que duró un promedio de treinta años, entre 1910 y 1940. Este período fue tumultuoso a nivel internacional (la primera guerra mundial y el período de la gran recesión en Estados Unidos) y de muchos cambios a nivel nacional (el oncenio de Leguía, el surgimiento de los partidos políticos “populares” y las dictaduras de Sánchez Cerro y Benavides), pero en nuestra zona poco impactaron esos acontecimientos.

En Huaraz se vivió un tiempo de bonanza económica documentada brillantemente por César Alegre Ortiz en su opúsculo “Artesanos y grupos musicales en Huaraz: 1910-1940”. La explicación nos la da nuestro querido escritor Manuel Reina Loli (autor de la francesa frase que incluimos al inicio) quien señala los motivos de nuestra peculiar situación.

Quien hoy en día conoce Corongo verá que es una ciudad suspendida en el tiempo: sus casas tienen techos de teja, sus calles están empedradas y se respira el añejo sabor de la vida provinciana. Pues bien, su lejanía y el estar al margen de los grandes circuitos comerciales de nuestra región, hacen de Corongo una ciudad que mantiene no solo su tradicional belleza, sino que también su gente conserva intactas sus maravillosas tradiciones.

Antiguo altar del templo de Belén que por ese tiempo fungía de Catedral

Algo así acontecía en el Huaraz de aquella época. No teníamos conexión directa con Lima, la carretera a Pativilca terminaba en “Inca waqanqa” a poca distancia de Conococha, a donde se acostumbraba ir de “picnic” para matar el aburrimiento. Lo común era viajar vía Casma para arribar al Callao en vapor. Este aislamiento hacía que traer productos de la costa sea realmente muy oneroso, por ello en Huaraz florecieron las artesanías y la incipiente industria.


La fábrica de cerveza se transformó en fábrica de aguas gaseosas "El Fénix"

Y así teníamos la fábrica de cerveza de los Maguiña, y que hoy es un bello recuerdo en el verso “cervicita blanca, huaracina/ eso no se toma sin su dueño/ si es que es que lo has tomado, caro cuesta/ veinticinco libras, la docena/”. También teníamos la fábrica de chocolates y la de caramelos de los Ríos. Existía una fábrica de fideos y los Henostroza tenían el monopolio de la curtiembre en nuestra ciudad.

Los artesanos de ese entonces manejaban “buen billete” como se dice ahora, y los había en todos los campos: molineros, zapateros, sastres, herreros, panaderos, tipógrafos, relojeros, alfareros, etc. Tenían tal influencia que se organizaron gremialmente en la Sociedad de Auxilios Mutuos de Artesanos de Huaraz y mantenían un hermoso local en una de las calles céntricas de la ciudad, lugar donde se realizaba gran labor cultural.

Teófilo Méndez Ramos dirigió la revista "Vesperal". Es considerado un poeta innovador, padre del Modernismo en Ancash.

Al amparo de ese auge cultural aparecen en Huaraz revistas como “Juventud” en 1926, “Horizonte” en 1932, ambas dirigidas por Federico Sal y Rosas quien también impulsaba las Universidades Populares. Otras revistas fueron “Atusparia” de 1927, “Mensaje” y “Brújula” de 1931, “El Grano” que apareció en 1932 y muchas más. Los intelectuales eran encabezados por don Teófilo Méndez Ramos, gran poeta y promotor cultural de entonces.

La bella esposa de Santiago Antúnez de Mayolo tiene una frase célebre:
“Me cabe la satisfacción de haber puesto un granito de arena a favor de mi patria
de adopción, tierra de mi esposo y de mis hijos”.
Las damas no se quedaban atrás. La esposa del sabio Antúnez de Mayolo, doña Lucie Rynning creó en Lima la “Sociedad Bien del Hogar” y después la Escuela de Ciencias Domésticas”, convertida años después en el Instituto Experimental Educativo Técnico Femenino Nº 1, y esa práctica trató de aplicarla en Huaraz, logrando impulsar el Colegio Femenino que hoy conocemos como “Santa Rosa de Viterbo”. Al mismo tiempo, jóvenes emprendedoras formaron la Unión Femenina que publicó una hermosa revista, “Ensayo”.

¿Cómo pudo terminar tanta belleza? Pues fue el malhadado progreso simple y llanamente quien mató el gran desarrollo económico y cultural que vivía nuestra tierra. Y claro, el detonante fue el aluvión del 13 de diciembre de 1941.

Al amanecer de ese fatídico día, los huaracinos sintieron un run run que no era habitual. Muchos pensaron que algún carro había tascado una de sus ruedas en las clásicas acequias que pasaban por medio de las calles y que era todo un  dolor de cabeza, nada comparable con la estridencia del tráfico de nuestros días. Lo real era que por la quebrada de Cojup bajaba tal torrente de agua, lodo y piedras que arrasó con todo lo que encontraba a su paso por las cuencas del río Paria y el Quillcay.

Felizmente el aluvión no llegó a la Plaza de Armas de Huaraz

No hay acuerdo con el número de fallecidos. Se habla de cuatro a seis mil muertos. Steven Wegner, gran investigador de nuestro pasado, no cree que sea tan alta la cifra de fallecidos. Lo real es que el aluvión se llevó el camal y el novísimo Hotel de Turistas que estaban en junto al río, el “Centro de Abajo” que estaba en la Av. Raimondi y el mercado,  también los chalets de las familias más encumbradas que decidieron hacer de “El Centenario” el barrio más moderno y fino de la ciudad.

El Presidente Manuel Prado visitó la ciudad a los pocos días de la hecatombe y dispuso que de una vez se concluya la carretera que uniría a Huaraz con Pativilca, de este modo la ayuda llegaría con más rapidez y así se garantizaría la recuperación de Huaraz. Destinó además S/. 5,000.00 para ser repartidos entre tres mil damnificados registrados; encargada de esa labor fue la Caja de Depósitos y Consignaciones, que era el Banco de la Nación de esos años.

Recuperando cadáveres luego del desastre

Allí se vino la buena. La carretera se inaugura en 1942 y por ella no sólo llegó la ayuda, también Los pueblos costeños reciben la mano de obra venida de la sierra. Paramonga viene ser el paraíso para muchos desposeídos. Pero así como bajaban hombres y productos agrícolas a la costa, de ella subían los productos manufacturados. Y muy pronto se vio que la industria local no podía competir con las maravillas modernas: los fideos “Nicolini” eran más baratos que los fideos de la zona; los zapatos “Diamante” costaban la mitad que los zapatos hechos a mano; la “Pilsen Callao” no costaba tanto como la riquísima “Pilsen Huarás”; y por último los caramelos y chocolates huarasinos no podían competir en precios con los productos “Field”.

De este modo, la ciudad se empobreció y mucha gente se quedó sin trabajo. Como consecuencia de este hecho la migración hacia los pueblos de la costa se aceleró. Martín Miranda, llegó a Lima y se convirtió en el primer invasor del cerro San Cosme; tras él llegaron otros paisanos y gente venida del centro, norte y sur del país; de este modo nacen las barriadas en Lima.

Tranvía de los años 40 en la Lima que alborotó Martín Miranda

Pero el Huaraz de la “belle époque” había quedado atrás.

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