Un acontecimiento que no ha trascendido mucho en nuestra historia es la gran batalla de Huaylas, el primer choque entre tropas incas y españolas, luego de la muerte del Inca Atahuallpa.
Recapitulemos brevemente la historia: Atahuallpa fue apresado por la astucia de los españoles el 16 de noviembre de 1532 en la plaza de Cajamarca, luego de un remedo de juicio fue condenado a muerte, para librarse del castigo obliga a su hermana, la princesa de Huaylas, Quispe Sisa a casarse con el bárbaro español, pensando que con eso se libraría de la muerte, pero Pizarro no entendía de la usanza andina de establecer “lazos de sangre” para establecer la paz y es ajusticiado el 26 de julio de 1533.
Bien sabido es que los españoles venían ávidos de encontrar riquezas y el rescate de Cajamarca fue el más grande tesoro alcanzado por un tan pequeño número de aventureros. Seguramente que en el libro de records Guinnes figuraría en primer lugar a nivel mundial. Pues bien, los españoles decidieron asentarse en nuestro suelo y seguir con la danza de millones que suponía adueñarse del imperio de los Incas.
El primer español que pisó suelo ancashino fue precisamente el hermano de Pizarro, Hernando quien en enero de 1533 pasó por nuestro suelo en dirección a la costa para saquear al gran templo limeño de Pachacámac que contenía abundantes piezas de oro y plata.
Muerto el Inca Atahuallpa, los españoles deciden pasar al Cusco, sabedores que en la capital del imperio les esperaba otro fabuloso tesoro. La estrategia era asentarse en un lugar intermedio para tentar la captura de la mítica ciudad fundada por Manco Cápac.
Es entonces que acuerdan asentarse en Jauja, en los confines del Chinchaysuyo, punto intermedio entre el Cusco y la costa, en caso de sufrir algún revés y tener que huir hacia la costa. Todo el mes de agosto fue preparar la expedición de Cajamarca al sur, portando el oro y la plata del rescate. El viaje lo harían por la ruta de Huaylas.
Es así que pasan apresuradamente por nuestra tierra. El viaje lo hacían en dos grupos, el primero estaba capitaneado por Francisco Pizarro y portaba el grueso del botín. En este grupo venían sus principales oficiales, la caballería y una prenda valiosa para Pizarro: su esposa, la princesa de Huaylas, Quispe Sisa (Flor de Diamante), a quien pensaba bautizar con el nombre de Inés. La historia la conocería como doña Inés Huaylas Ñusta.
La expedición se detuvo en Tocash, capital de Hatun Huaylas, tierra natal de Quispe Sisa. Allí fueron agasajados durante ocho días por la Curaca Quntuy Wachu (Camellón Perfumado) la suegra de Pizarro.
Cuenta la historia que en Huaylas se celebró la primera Misa en nuestra región, celebrada por el padre Valverde, el mismo quien le diera la Biblia a Atahuallpa en Cajamarca y pronunciara la frase: “¡El Evangelio por los suelos!”, señal para el traicionero ataque. En Huaylas se conservaba la Cruz que presidió dicha ceremonia.
Todo iba bien hasta que llegó a oídos de Pizarro de una gran fuerza que se estaba organizando para atacarlo. Dejando los agasajos de su suegra, levantó apresuradamente el campamento y continuó viaje.
Pasó por la llacta de Pampa Huarás el 8 de setiembre. No se detuvo en este lugar pues las razones que le impulsaban a seguir adelante eran muy poderosas. El gran general Quisquis, el mismo que venció al Inca Huáscar, estaba en su persecución.
Quisquis, cusqueño de nacimiento, había acompañado a Huayna Cápac en la conquista de los pueblos del norte. A la muerte de este Inca, pasó a colaborar con su hijo Atahuallpa y junto a otro notable general, Calcuchimac, diseñaron la estrategia para derrotar a Huáscar en la batalla de Quipaypampa. Se dice que Quisquis fue el encargado de desaparecer a las mujeres de Huáscar para acabar con su estirpe.
Calcuchimac fue apresado junto a Atahuallpa y sufrió la suerte del Inca, luego de ser bárbaramente torturado, pues le quemaron los pies para impedirle movimiento alguno, fue ajusticiado y su cuerpo arrojado a un río.
El indómito Quisquis, decidió impedir el avance de los españoles y junto a tropas leales al difunto Inca. Así fue que reunió a los indómitos Conchucos y a otras fuerzas, formando un ejército de varios cientos de hombres.
Quisquis siguió el paso de los españoles y preparó una ofensiva mientras estaban en Huaylas. El golpe lo dio el 9 de setiembre, cuando Pizarro y el grueso de las tropas españolas ya habían dejado Huaylas. De modo que se enfrentó a la poderosa retaguardia que encabezaba Hernando de Soto.
Esta acción de armas es la que la historia conoce como la Batalla de Huaylas, pues se libró en la zona de Tocto, llanura cercana al lugar. La retaguardia española fue diezmada totalmente. Murieron siete españoles y otros trece fueron capturados, entre ellos el escribano Sancho de Cuéllar.
En combate singular, vencieron a los españoles
Si consideramos que los españoles que capturaron al Inca Atahuallpa fueron ciento setenta seis, matar y capturar a veinte de ellos, fue sin duda un terrible golpe para los ibéricos. De modo que la batalla de Huaylas es uno de los hechos de armas más gloriosos para nuestros antepasados. Fue la primera derrota de los españoles en suelo peruano.
Mención especial merecen los Conchucos, irreductibles e indomables, quienes jamás permitieron que el yugo español se enseñoree sobre ellos. El 9 de setiembre y la batalla de Huaylas deben ser consignados en nuestra efemérides regional. Recordar estos hechos gloriosos, forman y refuerzan nuestra identidad regional.
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