Hoy, 24 de setiembre es la fiesta de la Virgen de las Mercedes, Patrona de las Armas del Perú y de muchos pueblos andinos.
En estos meses, vivimos el período de fiestas en todos nuestros pueblos y comunidades. El paso de las bandas de músicos y el tronar de las avellanas nos recuerdan que en el Callejón de Huaylas vivimos y manifestamos con mucha intensidad y vocación nuestra identidad regional.
El cohetero, personaje infaltable en el Ande
En nuestra tierra el período festivo-religioso se inicia a mediados del mes de junio y dura hasta la Navidad.
Son exactamente seis meses que duran las fiestas en la sierra de Ancash. Hace algunos años, un gran amigo extranjero me lo hacía notar crudamente: "tu tierra es tierra de locos, media año trabajan y medio año se gozan", me decía muy admirado. Y en algo le doy la razón:
conozco a músicos de bandas que tienen trabajo constante durante esos seis meses.
Pero esta constatación no trae como colorario la equivocada creencia de que en el Ande, la gente se mata trabajando años para despilfarrar lo ahorrado en unos cuántos días de fiesta. Quien piensa de esa manera no valora lo intrínseco de nuestra cultura andina, a saber: la fiesta patronal es el espacio donde la comunidad renueva y fortalece sus vínculos, es el período de catarsis en que se fortalecen los vínculos familiares y locales, mediante la reciprocidad y la redistribución.
Plaza y templo de Carhuaz, epicentro de la fiesta
Muchos se han alegrado en la fiesta de Huánchac, y en Recuay, ahora vienen más fiestas en honor a la Virgen de Las Mercedes, Toclla entre ellas. Recuay estuvo de fiesta la semana pasada y hoy es el día central en Jangas, San Luis y Carhuaz, que honra a su querida Mama Meche.
Antiguamente, el mes de junio antiguamente era considerado un mes masculino, relacionado con el sol, hoy en día notamos un continuum, pues tenemos en ese mes las celebraciones de los santos católicos: San Antonio el día 13, San Juan el día 21, San Pedro y San Pablo, el día 29 de junio.
Agosto y setiembre, en cambio, son meses femeninos en el Ande. En agosto, la Virgen de las Nieves, la Virgen de la Asunción y Santa Rosa, se celebran en muchos pueblos ancashinos.
Setiembre es el mes del inicio de las lluvias, mes de gestación en los sembríos; y no es coincidencia que el mes de setiembre sea es el mes de la Virgen de las Mercedes, amorosa patrona y madre de todos los carhuacinos.
Analicemos la fiesta de Carhuaz, no por su renombre, sino porque en ella se manifiesta con mayor nitidez la vigencia de esos dos grandes principios de la cultura andina y que no debemos olvidar, el de la reciprocidad y la redistribución, aspectos que se viven con intensidad en la fiesta patronal de Carhuaz.
Desde Chavín, es decir desde los inicios de la civilización andina, la reciprocidad y la redistribución eran los ejes de las relaciones interpersonales, ambas entendidas como la manera en que una sociedad comunitaria mantenía el orden y la equidad en medio de una geografía agreste, que hacía realmente difícil la vida para nuestros antepasados. La reciprocidad fue la respuesta a la necesidad de mantener fuertes lazos de unidad para enfrentar los problemas cotidianos. Fue el reconocer la inutilidad del esfuerzo personal, frente a la magnificencia del trabajo comunitario.
La Virgen de Las Mercedes, patrona de Carhuaz
La reciprocidad carhuacina se manifiesta en el sistema de los “qelles” u oferentes, que ayudan a los mayordomos a “pasar la fiesta” con sus dones y hacerle la carga más llevadera. Esto se ve en todos los lugares, pero en Carhuaz la reciprocidad es llevada a su máxima expresión.
La Redistribución es el principio por el cual, los bienes se reparten en forma equitativa en la comunidad. Antiguamente, la existencia de los tambos y las collcas eran la expresión de la redistribución. Si la comunidad sufría alguna calamidad, aluviones, terremotos o guerras; el estado le socorría con lo almacenado en tambos y collcas. Los excedentes se redistribuían. Los presentes y las ofrendas que recibían los curacas y principales no pasaban a engrosar sus arcas personales, ellos las distribuían entre sus tributarios. Así fortalecían los lazos de la reciprocidad. Reciprocidad y redistribución, eran dos conceptos íntimamente ligados.
En Carhuaz, el eje de la redistribución es el mayordomo, pues todo cuanto recibe lo reparte entre sus invitados, entre sus oferentes y la comunidad, durante los días de la festividad.
Carhuaz inicia sus festividades el 1 de setiembre con doce días de rezos nocturnos. El 13 es dedicado al colegio que lleva el nombre de la patrona del pueblo, pero el 14 de setiembre arrancan la novena y la entrega de los presentes a los mayordomos.
La fiesta se generaliza en esos días pues mañana y tarde, los carhuacinos tienen que actividad en honor a la Mama Meche.
La Novena es singular: a las seis de la mañana, el novenante y sus familiares se presentan a las puertas del templo para ofrecer “la diana” a la Virgen. Allí se baila con la banda de músicos hasta las ocho, hora en que todos pasan a servirse el pecan caldo en casa del novenante. A las once de la mañana están de retorno en el templo para escuchar la Misa de Novena, luego de ella se sirve el almuerzo para toda la concurrencia.
Las avellanas se regalan por "gruesas", doce docenas cada una.
En forma paralela, en casa de los oferentes o “qelles” se produce el siguiente rito: llega el almuerzo enviado por el mayordomo, generalmente es un caldo de cabeza y el aca cashqui (ojo, en Carhuaz se ha eliminado el uso de la”j”; de modo que cuy es para ellos aca, y en Huaraz jaca). El oferente puede llevar un toro, fuegos artificiales, javas de cuyes, cajas de cerveza, y otras exquisiteces. Claro que lo más vistoso es ofrecer un toro. En este caso, luego del almuerzo, el “qelle” con sus familiares e invitados odornan al toro con una moña y un enjalme y lo hacen pasear por las principales calles de Carhuaz antes de llevarlo a casa del mayordomo bailando con la música de una banda.
La entrega es singular: se rompe una botella de champán en el asta del toro en señal de recepción y toda la comitiva del “qelle” pasa a recibir el agasajo que corresponde, diez cajas de cerveza, diez cuyes con su perol de papas y picante, y un ollón de llunca cashqui. Y la fiesta continúa hasta que el “camachico” ordena lanzar la avellana que avisa al “qelle” de su retirada, pues otro oferente está esperando para el ingreso a casa del mayordomo.
Paseando al toro por la Plaza de Carhuaz
El pasado sábado 17, diecisiete toros fueron entregados al “mayordomo del día”, y ojo que no hay un solo mayordomo, hay mayordomo de la bajada, de la víspera y del día. Normalmente, un mayordomo recibe entre 50 y 70 toros, entre el 14 y el 22 de setiembre. De modo que en esos días prácticamente todo Carhuaz es una fiesta. Quienes llevan avellanas, pelotas, cerveza, cuyes, maíz, papas, etc, también lo hacen acompañados de familiares y con su respectivo conjunto musical, de preferencia roncadoras.
Muchos se preguntan, ¿Y se matan los 70 toros? No necesariamente, media docena a lo mucho, el resto va a compensar los gastos del mayordomo.
Lo realmente singular de esta tradición de los “qelles” de Carhuaz, es que todo es con cargo a reciprocidad. Quien recibe un toro, o cualquier otro regalo, está moralmente obligado a devolverlo en cuanto haya oportunidad.
El sábado 17 acompañamos a don Pedro Rodríguez Lazarte a llevar un toro al mayordomo de la víspera, el único médico con grado de doctor de todo el Callejón de Huaylas. Don Pedro nos contó que simplemente devolvía el toro que el mencionado doctor le regaló cuando don Pedro fue mayordomo el año de 1985. “A mí me regalaron 65 toros, sólo me falta devolver ocho” nos contó con una amplia sonrisa.
Las fiestas en el Ande estrechan los lazos al interno de las comunidades. La Mama Meche de Carhuaz bendice a ese generoso pueblo que mantiene vigentes las relaciones de reciprocidad y redistribución, principios básicos de nuestra cultura andina, que sigue viva y sólida en pleno siglo XXI, en plena era de la globalización.
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