miércoles, 28 de diciembre de 2011

EL DÍA DE LOS INOCENTES

La Navidad, que es fiesta de regocijo infantil, nos trae con la historia del Rey Herodes, un capitulo vergonzoso de la historia universal. Cuentan los evangelios que Herodes ordenó la muerte de todos los niños menores de dos años de Belén y sus alrededores, con la pretensión de deshacerse del recién nacido Jesús, para evitar que tome su trono. ¿Cuántos serían los niños asesinados? No se precisa el numero en las escrituras.

En nuestra historia regional, tenemos el caso de un "conquistador", compañero de Pizarro, que cometió una atrocidad peor que la de Herodes. Fue el capitán Francisco de Cháves este monstruo que por vengar la muerte del primer encomendero que tuvo Huaraz, “tomó todos los niños de tres años hasta el numero de 600 y los mató”.


Pizarro según un óleo antiguo

¿Cómo sucedieron estos terribles hechos? En 1534, Pizarro entregó la encomienda de Huaraz a Sebastián de Torres, escribano de la conquista, quien  estuvo presente en Cajamarca. Cinco años más tarde, Sebastián de Torres es asesinado por los "indios de Conchucos" a causa de sus tropelías y abusos.

Pizarro, para escarmentar a los alzados, envía al capitán Francisco de Cháves. A este bárbaro español no se le ocurrió mejor idea que tocar por donde más duele,  ordenó matar a los niños inocentes para vengar la muerte del encomendero. La guerra se hizo cruelísima. Esto fue motivo para que se rompiera la alianza que años atrás estableciera la Curaca de Huaylas, Anas Colque, madre de Quispe Sisa (la esposa de Pizarro), con los españoles y nuestros antepasados iniciaran un largo camino de trescientos años de enfrentamientos y luchas por la defensa de sus derechos.

La masacre de los inocentes causó en Lima un gran escándalo. Este suceso fue aprovechado por los almagristas, enemigos de Pizarro y su gente, que enviaron una queja muy bien documentada ante el Rey de España, denunciando a Pizarro y a Francisco de  Cháves. La reacción de la corona fue de una gran indignación, aunque el castigo llegó ya cuando había muerto el vil asesino. El Emperador Carlos V ordenó por Real Cédula emitida expresamente el día de Navidad del año 1551, que de la Encomienda que fuera de Francisco de Cháves "se diera de comer y vestir a cien niños y se fundara una escuela para ellos".


Carlos V castigó al Herodes español

¿Cómo murió Francisco de Cháves? Bien dice el dicho que quien a hierro mata, a hierro muere. Cháves fallece junto a Pizarro, el día que éste fue asesinado por los almagristas. Su memoria quedará grabada como la de un personaje que opacó al bíblico asesino de los santos inocentes.  

Junto a Pizarro murió Francisco de Cháves.

El Día de los Inocentes, como se conoce a esta fecha, ha evolucionado hasta llegar a ser un día festivo en nuestra tierra. Antiguamente se celebraba desde el día 27 al mediodía hasta el 28 a la misma hora. Y los huaracinos tenían especial disposición para hacerse bromas de todo calibre.

A inicios del siglo XX, en estos dos días los más avisados acudían a los mejores comercios de la ciudad y pedían para probarse algunas prendas de vestir o algún producto que estaba en venta; una vez con la prenda en su poder soltaban un estentóreo: "¡INOCENTE..!" y partían a la carrera llevándose el fruto de la inocentada. Y el pobre comerciante tenía que quedarse rumiando su rabia y desazón.

Entre las familias las bromas eran más sencillas. "¿Te has enterado comadre que nos van acortar el agua por tres días?, hay que reunir en baldes y ollas, yo ya me aseguré"; al par de horas volvían a comprobar si la parienta había caído en el engaño y soltando una risotada les espetaban la clásica palabrita: "¡INOCENTE..!".

Pero quien se lleva la palma es el periodista y amigo Efraín Rosales Cruz quien por los años 80 tenía un sintonizado espacio policial en Radio "Ancash". El 28 de diciembre de 1984 soltó una noticia bomba en su espacio, un Ovni había caído junto al río Paria y un extraterrestre estaba herido. La gente voló al lugar en grandes cantidades cayendo en la inocentada.

 Dos años después, en la misma fecha lanzó otra falsa noticia: el flamante presidente Alan García se encontraba en el aeropuerto de Anta; los apristas no supieron cómo tomar taxis para ver a su maestro y guía, llevándose en Anta un gran chasco.
         
           

jueves, 22 de diciembre de 2011

CONSECUENCIAS DEL ALUVIÓN DEL 41


Hace 70 años Huaraz veía culminar su “belle époque”, período que duró un promedio de treinta años, entre 1910 y 1940. Este período fue tumultuoso a nivel internacional (la primera guerra mundial y el período de la gran recesión en Estados Unidos) y de muchos cambios a nivel nacional (el oncenio de Leguía, el surgimiento de los partidos políticos “populares” y las dictaduras de Sánchez Cerro y Benavides), pero en nuestra zona poco impactaron esos acontecimientos.

En Huaraz se vivió un tiempo de bonanza económica documentada brillantemente por César Alegre Ortiz en su opúsculo “Artesanos y grupos musicales en Huaraz: 1910-1940”. La explicación nos la da nuestro querido escritor Manuel Reina Loli (autor de la francesa frase que incluimos al inicio) quien señala los motivos de nuestra peculiar situación.

Quien hoy en día conoce Corongo verá que es una ciudad suspendida en el tiempo: sus casas tienen techos de teja, sus calles están empedradas y se respira el añejo sabor de la vida provinciana. Pues bien, su lejanía y el estar al margen de los grandes circuitos comerciales de nuestra región, hacen de Corongo una ciudad que mantiene no solo su tradicional belleza, sino que también su gente conserva intactas sus maravillosas tradiciones.

Antiguo altar del templo de Belén que por ese tiempo fungía de Catedral

Algo así acontecía en el Huaraz de aquella época. No teníamos conexión directa con Lima, la carretera a Pativilca terminaba en “Inca waqanqa” a poca distancia de Conococha, a donde se acostumbraba ir de “picnic” para matar el aburrimiento. Lo común era viajar vía Casma para arribar al Callao en vapor. Este aislamiento hacía que traer productos de la costa sea realmente muy oneroso, por ello en Huaraz florecieron las artesanías y la incipiente industria.


La fábrica de cerveza se transformó en fábrica de aguas gaseosas "El Fénix"

Y así teníamos la fábrica de cerveza de los Maguiña, y que hoy es un bello recuerdo en el verso “cervicita blanca, huaracina/ eso no se toma sin su dueño/ si es que es que lo has tomado, caro cuesta/ veinticinco libras, la docena/”. También teníamos la fábrica de chocolates y la de caramelos de los Ríos. Existía una fábrica de fideos y los Henostroza tenían el monopolio de la curtiembre en nuestra ciudad.

Los artesanos de ese entonces manejaban “buen billete” como se dice ahora, y los había en todos los campos: molineros, zapateros, sastres, herreros, panaderos, tipógrafos, relojeros, alfareros, etc. Tenían tal influencia que se organizaron gremialmente en la Sociedad de Auxilios Mutuos de Artesanos de Huaraz y mantenían un hermoso local en una de las calles céntricas de la ciudad, lugar donde se realizaba gran labor cultural.

Teófilo Méndez Ramos dirigió la revista "Vesperal". Es considerado un poeta innovador, padre del Modernismo en Ancash.

Al amparo de ese auge cultural aparecen en Huaraz revistas como “Juventud” en 1926, “Horizonte” en 1932, ambas dirigidas por Federico Sal y Rosas quien también impulsaba las Universidades Populares. Otras revistas fueron “Atusparia” de 1927, “Mensaje” y “Brújula” de 1931, “El Grano” que apareció en 1932 y muchas más. Los intelectuales eran encabezados por don Teófilo Méndez Ramos, gran poeta y promotor cultural de entonces.

La bella esposa de Santiago Antúnez de Mayolo tiene una frase célebre:
“Me cabe la satisfacción de haber puesto un granito de arena a favor de mi patria
de adopción, tierra de mi esposo y de mis hijos”.
Las damas no se quedaban atrás. La esposa del sabio Antúnez de Mayolo, doña Lucie Rynning creó en Lima la “Sociedad Bien del Hogar” y después la Escuela de Ciencias Domésticas”, convertida años después en el Instituto Experimental Educativo Técnico Femenino Nº 1, y esa práctica trató de aplicarla en Huaraz, logrando impulsar el Colegio Femenino que hoy conocemos como “Santa Rosa de Viterbo”. Al mismo tiempo, jóvenes emprendedoras formaron la Unión Femenina que publicó una hermosa revista, “Ensayo”.

¿Cómo pudo terminar tanta belleza? Pues fue el malhadado progreso simple y llanamente quien mató el gran desarrollo económico y cultural que vivía nuestra tierra. Y claro, el detonante fue el aluvión del 13 de diciembre de 1941.

Al amanecer de ese fatídico día, los huaracinos sintieron un run run que no era habitual. Muchos pensaron que algún carro había tascado una de sus ruedas en las clásicas acequias que pasaban por medio de las calles y que era todo un  dolor de cabeza, nada comparable con la estridencia del tráfico de nuestros días. Lo real era que por la quebrada de Cojup bajaba tal torrente de agua, lodo y piedras que arrasó con todo lo que encontraba a su paso por las cuencas del río Paria y el Quillcay.

Felizmente el aluvión no llegó a la Plaza de Armas de Huaraz

No hay acuerdo con el número de fallecidos. Se habla de cuatro a seis mil muertos. Steven Wegner, gran investigador de nuestro pasado, no cree que sea tan alta la cifra de fallecidos. Lo real es que el aluvión se llevó el camal y el novísimo Hotel de Turistas que estaban en junto al río, el “Centro de Abajo” que estaba en la Av. Raimondi y el mercado,  también los chalets de las familias más encumbradas que decidieron hacer de “El Centenario” el barrio más moderno y fino de la ciudad.

El Presidente Manuel Prado visitó la ciudad a los pocos días de la hecatombe y dispuso que de una vez se concluya la carretera que uniría a Huaraz con Pativilca, de este modo la ayuda llegaría con más rapidez y así se garantizaría la recuperación de Huaraz. Destinó además S/. 5,000.00 para ser repartidos entre tres mil damnificados registrados; encargada de esa labor fue la Caja de Depósitos y Consignaciones, que era el Banco de la Nación de esos años.

Recuperando cadáveres luego del desastre

Allí se vino la buena. La carretera se inaugura en 1942 y por ella no sólo llegó la ayuda, también Los pueblos costeños reciben la mano de obra venida de la sierra. Paramonga viene ser el paraíso para muchos desposeídos. Pero así como bajaban hombres y productos agrícolas a la costa, de ella subían los productos manufacturados. Y muy pronto se vio que la industria local no podía competir con las maravillas modernas: los fideos “Nicolini” eran más baratos que los fideos de la zona; los zapatos “Diamante” costaban la mitad que los zapatos hechos a mano; la “Pilsen Callao” no costaba tanto como la riquísima “Pilsen Huarás”; y por último los caramelos y chocolates huarasinos no podían competir en precios con los productos “Field”.

De este modo, la ciudad se empobreció y mucha gente se quedó sin trabajo. Como consecuencia de este hecho la migración hacia los pueblos de la costa se aceleró. Martín Miranda, llegó a Lima y se convirtió en el primer invasor del cerro San Cosme; tras él llegaron otros paisanos y gente venida del centro, norte y sur del país; de este modo nacen las barriadas en Lima.

Tranvía de los años 40 en la Lima que alborotó Martín Miranda

Pero el Huaraz de la “belle époque” había quedado atrás.

sábado, 10 de diciembre de 2011

ANCASHINOS EN LA BATALLA DE AYACUCHO

Un día como hoy 9 de diciembre de 1824 se cerró una página gloriosa en la historia americana. En las pampas de Ayacucho se sellaba la derrota del ejército español dirigido por el General Canterác, desde ese entonces nada sería igual en nuestro suelo. El Perú ya podía iniciar su largo peregrinar por los caminos de su nueva vida republicana.
Antes de analizar lo que hasta aquí contiene dos grandes falacias, veamos el papel que cupo desempeñar en este período glorioso a nuestros antepasados, soldados de la libertad y la independencia.
Hace quince días, en esta sección hablábamos alborozados de la gloriosa proclamación de la independencia en Huaraz, ocurrida el 29 de noviembre de 1820. Bien, entre este acontecimiento y el que hoy nos ocupa habían transcurrido casi cuatro años. ¿Qué sucedió en ese lapso? Muchas cosas interesantes. A nivel nacional, se vivió el alejamiento del general don José de San Martín y la llegada del general don Simón Bolívar, con todo lo que eso implicaba; a nivel local tuvimos la instauración del nuevo gobierno con el general Toribio de Luzuriaga primero, Rivadaneyra y otros después, que prepararon el terreno para abonar la semilla independentista en nuestro suelo.
No olvidemos que Ancash, que por entonces se llamaba departamento de Huaylas, ya había contribuido largamente con la causa patriota por lo que su capital Huaraz, a nombre de todo el departamento se había ganado el título de "La Muy Generosa Ciudad" un 18 de enero de 1823.


General Antonio José de Sucre, vivió en Huaraz en la calle que hasta antes del sismo llevaba su nombre.

Sacando lustre al título, nuestro departamento fue escogido por el alto mando patriota para ser el lugar de entrenamiento del nuevo Ejército Libertador. Es más, en la estrategia militar, se consideraba la posible presencia de las fuerzas realistas y ante tal eventualidad, el general Antonio José de Sucre dispuso la política de "tierra arrasada" en la región, por lo que según carta de junio de 1823 "se debían recoger todas las cosechas y ganados de la zona y trasladarlos al norte para que cuando el enemigo llegue no encuentre cómo abastecerse". Cumpliendo tan draconiana orden, nuestros ancestros con mucho estoicismo se avinieron a acatar la orden.
Cuando se dispuso el enrolamiento de tropas nacionales para reforzar a los batallones venezolanos y colombianos que trajo Bolívar, fueron nuestros antepasados, los ancashinos del siglo XIX quienes acudieron masivamente al llamado de la patria. Aquí tenemos una gran constatación histórica. El Ejército Libertador estaba formado mayoritariamente por soldados extranjeros (venezolanos, colombianos, ecuatorianos y algunos argentinos), peruanos éramos los ancashinos y alguno que otro limeño o trujillano; mientras que el Ejército Realista, tenía sólo jefes españoles, la tropa estaba constituida en su inmensa mayoría por soldados peruanos, cusqueños, ayacuchanos, huancainos y cerreños.
Por cierto, el alto mando español jamás consideró la posibilidad de venir hasta Huaylas, hoy Ancash, a enfrentar a las tropas de Bolívar. Tenía la seguridad de conocer mejor el terreno en el centro del país y sabía muy bien de la adhesión de los huaylinos a la causa libertaria.
Es en este contexto que se desarrolla la Batalla de Ayacucho. Cansado Bolívar de esperar a los españoles en nuestro suelo, decidió dejar la región a mediados de junio de 1824. En agosto se produjo la primera escaramuza en Junín, donde la caballería patriota hizo sufrir la primera derrota a los centauros españoles, y cuatro meses después se encontraron ambos ejércitos en la Pampa de la Quinua.
El resultado de la batalla favoreció a la causa patriota. Por los textos sabemos de memoria la arenga de Sucre: "¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!." y el nombre de los generales Córdova, La Mar y Lara, pero nada se dice de las tropas peruanas, y sólo se habla de la participación de los Morochucos como guerrilleros. Y hoy nos toca reivindicar a esos patriotas ancashinos que se la jugaron por el Perú en aquella decisiva jornada del 9 de diciembre.

Los ancashinos eran mayoría dentro del ejército patriota

Al final de la batalla, entre los prisioneros del ejército vencido se contaron cerca a quinientos oficiales y soldados de origen español y a mil setecientos peruanos que lucharon junto a ellos.
En el ejército nacional, los huaylinos vencedores se hallaban en la "Legión Peruana" a las órdenes del general quiteño don José de La Mar, que a la postre llegaría a ser presidente del Perú.
Para mayor constancia de la presencia de nuestros paisanos en los campos de Ayacucho, tenemos la magnífica pintura en la que se ve a los altos mandos de los ejércitos firmando la hoy famosa "Capitulación de Ayacucho" sobre un poncho chiquiano extendido en una rústica mesa. Ese es el mejor testimonio a la decisiva presencia de nuestros anónimos antepasados que se cubrieron de gloria en aquella épica jornada.

En el óleo del Museo del Banco Central de Reserva se observa el clásico poncho chiquiano

Ahora, volviendo a la realidad y luego de habernos dado un baño de peruanidad, discutamos las dos falacias del inicio de este artículo. La primera es sobre la derrota del ejército español; derrota que no fue tal, pues en la capitulación mencionada los gananciosos fueron ellos, no se les obligaba a pagar los gastos de guerra y se les reconocía derechos y propiedades, y más bien, el Perú se comprometía a pagarles para que dejen el país; así cualquiera se deja vencer. La segunda falacia es que con el triunfo de Ayacucho y el advenimiento de la república todo cambio en el Perú; en realidad nada cambió para el pueblo peruano que siguió siendo explotado por la oligarquía criolla. Para el campesinado, la cosa fue peor, en el virreynato se reconocían los derechos de las comunidades campesinas, cosa que la república abolió, y la gran esperanza de la restauración del Tahuantinsuyo fue simplemente eso, un mito, mito que mal que les pese a algunos trasnochados "historiadores", recién comenzó a hacerse realidad 150 años después, durante la dictadura militar de Velasco Alvarado y hoy puede convertirse en un "boomerang" para el gobierno de Ollanta Humala quien habiendo ofrecido la "inclusión social" ha abierto esa caja de Pandora que es la contenida esperanza milenaria del poblador andino.