Dr. Federico Sal y Rosas, estudió el "susto" y el "mal de ojo"
En nuestro país se reconoce a las personas que siguen los parámetros y la formalidad. Los innovadores son ignorados. Somos reacios a reconocer el valor de los que se atreven a luchar contra corriente. Esto pasó con Antúnez de Mayolo y también con el personaje a quien homenajeamos hoy por su aniversario.
Se trata del eminente psiquiatra huaracino don Federico Sal y Rosas. ¿Quién habla de él en nuestro tiempo? Nadie. Consideramos los padres de la psiquiatría peruana a Hermilio Valdizán y a Honorio Delgado; pero a Sal y Rosas, lo ignoramos olímpicamente. Valdizán tiene su universidad, la de Huánuco, y Delgado tiene su hospital, en Lima. ¿Y qué tiene Sal y Rosas? ¿Apenas una calle en su tierra natal?
Médico psiquiatra de amplia trayectoria. Nació en Huaraz el 18 de julio de 1900. Sus estudios los realizó en el Colegio "De la Libertad" y se graduó de Médico Cirujano en la Facultad de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Su acendrado amor al terruño y a los desposeídos del campo, lo llevó a formar en Huaraz en 1921 el "Centro Cultural Luzuriaga". Ese mismo sentimiento hizo que se dedicara a estudiar en profundidad la Psiquiatría Folklórica y la Medicina Popular Peruana.
El Dr. Sal y Rosas no concebía que la nueva especialidad médica que se venía imponiendo, como es la psiquiatría, se mantenga ajena a las vivencias y realidad de nuestra cultura andina. Por esta posición radical, fue objeto de marginación y rechazo. Pero él no cesó en su empeño y profundizó sus estudios. El síndrome del "susto" es quizá su más importante contribución al estudio de los cuadros psiquiátricos nativos. Las consecuencias psicoemocionales de los grandes sismos y las prácticas curanderiles que están vigentes en la región andina del país completan lo mejor de sus investigaciones originales.
Curandero o "entendido", en plena "shojma"
Gracias a sus investigaciones se llegó a determinar científicamente que el "susto" y el "mal de ojo" son enfermedades culturales del habitante del Ande, y como tal tienen su tratamiento con recursos culturales andinos.
¿Y cuál es ese tratamiento? El que utilizamos comúnmente en nuestra tierra. El pasar un objeto sobre el enfermo, la “Shojma" tan socorrida, Sal y Rosas lo convirtió en un elemento válido para el tratamiento de dichos males.
Esta laureada película se basa en el tema del susto
Hemos tenido acceso a un trabajo del Dr. Sal y Rosas donde él expone su experiencia con un enfermo del mal del “susto”. Indica que al haber perdido su “ánimo”, el paciente se muestra ido, totalmente alejado de su entorno; de modo que la familia busca a un “entendido” que los cita para un día viernes en Pumacayán. A la medianoche, previa preparación del paciente, éste personaje sale espada en mano a invocar el “ánimo” del enfermo para que vuelva a su dueño. Tras una serie de ritos retorna trayendo consigo el “ánimo” y muy fatigado lo devuelve al paciente.
"Entendido" invocando el retorno del "ánimo" en Pumacayán.
Sal y Rosas certifica de la curación del enfermo mediante este original método andino. Como dato curioso, añade que en esos tiempos, el Huaraz de los años 50, Pumacayán era un hervidero de cuyes, pues los “curiosos” y “entendidos” solían soltar en ese lugar los cuyes que utilizaban para la “shojma”.
Desoyendo a quienes le advirtieron que sus trabajos no iban a tener sustento, sus estudios los presentó en Congresos Internacionales de psiquiatría, por lo que se ganó el reconocimiento internacional. Gracias a sus investigaciones, se llegó a corregir la tergiversada visión que se tenia del poblador andino, de su mentalidad y de la patología psiquiátrica del poblador del Ande. Sal y Rosas fue pionero en entrelazar los estudios folklóricos con la antropología.
Habiéndose ganado el respeto de la comunidad psiquiátrica internacional, viajó por el mundo ofreciendo conferencias sobre sus investigaciones. Sus trabajos fueron publicados en todas las revistas especializadas.
En 1953, se le otorgó el Premio Nacional de Medicina “Hipólito Unanue". Pero en su sencillez y humildad, lo que más le interesaba era que se reconozcan los males culturales de nuestro pueblo, pues la psiquiatría “oficial” se mantenía y lamentablemente, sigue en ese camino, ignora que “el susto” y “el mal de ojo” son realidades clínicas que no tienen tratamiento con la medicina moderna.
En el huevo se ve qué produjo el mal de ojo
Sobre el “mal de ojo” señalaba era producto de la influencia de personalidades fuertes que afectan a niños y niñas perturbando su armonía corporal. Son cargas eléctricas que tergiversan y cambian los campos magnéticos de los pequeños. Este disturbio no puede ser corregido con pastillas ni jarabes. Es necesaria la participación de un elemento que devuelva la armonía al ser afectado. Aquí interviene el huevo, el alumbre, y otros elementos que regeneran el equilibrio pues poseen la propiedad de reorganizar los campos magnéticos.
El sismo del 70 fue sentido particularmente por nuestro sabio psiquiatría, quien señalaba que ese fatídico evento iba a afectar profundamente a la población sobreviviente, no en forma inmediata, sino, a largo plazo. Propuso el tratamiento psiquiátrico a los damnificados. Lamentablemente, su delicado estado de salud no le permitía regresar a su tierra, ni abocarse a dirigir esa tarea que hubiera aliviado mucho las terribles secuelas que nos ha dejado el terremoto del 70.
El sismo del 70 dejó serias secuelas entre los sobreviventes
A los 74 años de edad, este eminente médico ancashino dejó de existir en Lima, un 21 de octubre de 1974. Su fallecimiento fue muy sentido por la comunidad médica y especialmente por la población ancashina.
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