EL ENTIERRO DEL LÍDER
Un día como hoy en 1887 la ciudad
de Huaraz era un total hervidero de gente. Prácticamente toda la ciudad se
volcó al nuevo cementerio de Yucyucpampa. El motivo era muy especial, llevaban
a enterrar a un personaje que en los dos últimos años estuvo al frente de los
principales acontecimientos que sucedieron en la ciudad.
Se trataba del entierro de los
restos de quien fuera el líder de la revolución campesina de 1885, el
representante de Marián y alcalde pedáneo de los caseríos del distrito de
Independencia, Pedro Pablo Atusparia.
El libro de Augusto Alba Herrera es el más completo sobre el líder
Atusparia pasó de ser un
reconocido tintorero, oficio de mucha prestancia por ese entonces, a liderar el
alzamiento popular más importante de la vida republicana en el Perú.
Precisamente ese prestigio que se había ganado en la ciudad le sirvió para
alzarse como nítido dirigente de un movimiento que al principio de mostró
amorfo y si no fuera por la capacidad de dirección de Atusparia, Dios sabe en
qué habría degenerado.
No olvidemos que alrededor del
alzamiento se movían otros intereses: por un lado estaban los caceristas que
impulsaban la guerra civil en contra del gobierno de Miguel Iglesias, y desde
Carhuaz vino el otro Pedro, Pedro Celestino Cochachin de la Cruz Huarca, el
"Uchcu Pedro" preconizando la guerra de razas.
Frente a estos dos proyectos, el
de Atusparia fue el que prevaleció, la lucha por la defensa de los derechos de
los campesinos y el respeto a su identidad y su cultura. Visto a través del
tiempo, esta es la realidad que se vivió en esa época.
La población de Huaraz valoró los
méritos de Pedro Pablo Atusparia y a su entierro acudió en forma masiva. Con
ese acto reconocía en él al líder indiscutido de la revolución. La historia se
ha encargado de elevar a Pedro Pablo Atusparia al lugar que se merece.
Atusparia en mural pintado por Jorge Salazar (M.P.Hz.)
Una nota final. Sobre las causas
de su muerte se ha hablado mucho. Y se mal informa al decir que murió
envenenado por los propios campesinos de Marián. Con esa idea le hacemos un
flaco favor a nuestra clase campesina. Los presentamos como resentidos y
vengativos; asesinos a mansalva. Esa aseveración no resiste el más mínimo
análisis: con decir que la forma de hacer justicia en el Ande es el
linchamiento colectivo, jamás el envenamiento.
La realidad es que Atusparia fue
una de las tantas víctimas que sucumbieron ese año, 1887, a una terrible
epidemia del tifoidea que asoló los caseríos de la zona este de Huaraz.
a los 127 años de su
fallecimiento, la imagen de Atusparia, luchador social, se eleva incólume y
gloriosa. Marcando el horizonte de grandeza que espera a nuestro pueblo.
El óleo de Edna Velarde es ya una obra clásica
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