Cuando analizamos la lucha social de los pueblos, en toda la historia del Perú Republicano, no hay un hecho más relevante que esta singular revolución, comparable únicamente a la que encabezara en tiempos de la colonia José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. Por primera y única en el período republicano, los campesinos de las estancias de Huaraz se alzaron como un solo puño en defensa de sus derechos.
CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN CAMPESINA DE 1885
Como hemos visto, la principal causa de la revolución campesina de 1885, fue la pobreza extrema en que se hallaba el campesino a causa de la guerra del salitre.
Los múltiples abusos de los “mishtis”, fueron otra de las causas que originaron la Revolución Campesina de 1885. Con el apelativo de “mishti” conoce el campesino ancashino al patrón, al hacendado, al rico habitante de la ciudad. “Mishti” significa etimológicamente “blanco”. Los campesinos de Ancash se sentían oprimidos por los blancos, la gente de la ciudad, que sin considerar la terrible miseria que había dejado la guerra, aprovechaba de la situación para explotar a los habitantes del campo.
Muchos hacendados prestaron dinero a los campesinos para que paguen tributos durante la guerra con Chile. Al no poder cancelar esas deudas, se veían obligados a cederles sus tierras y quedar como servidores del hacendado, con toda su familia. Así el feudal sistema de la servidumbre se reactivó en Ancash luego de la guerra con Chile. Los “tápacos” se veían obligados a servir gratuitamente en la casa del hacendado; sus mujeres e hijas pasaban a la cocina de la casa hacienda, de igual modo, a realizar el servicio gratuito.
Como la crisis era general, a las autoridades no se les ocurrió mejor idea que elevar los diezmos (que en la colonia se pagaba al rey de España), las regalías y pitanzas; y aumentar el monto de los absurdos tributos que existían: la contribución predial, minera, artesanal y personal.
No conforme con tanto abuso, a inicios de 1885 se prohibió la libre extracción de la leña. Los usuarios tenían que pagar 40 centavos por cada carga de leña. La sal, comercializada por el estado, duplicó su precio en perjuicio de los campesinos.
La gendarmería, que así se llamaba en esa época a la policía, también participaba de los abusos en contra de los campesinos. Por denuncia escrita del alcalde Santa Gadea, conocemos que semanalmente los agentes tomaban para su rancho, una o dos reses de los campesinos pobres.
Pero el mayor abuso se cometía en contra de las comunidades campesinas. En la provincia de Huarás, los hacendados tomaron la táctica de arrendar terrenos de la Beneficencia Pública y luego de ocuparlas, invadían las propiedades de las comunidades aledañas. Así se apropiaron de terrenos de las comunidades de Huanchac y Marián.
Todos estos abusos cometidos en contra de los campesinos del Callejón de Huaylas, fueron creando un ambiente de gran resentimiento. Al comienzo, se aceptaron en silencio, pero poco a poco se fue levantando un sentimiento de rechazo a tanto abuso.
Los trabajos “de la república”, fueron también causa de abuso en contra de los campesinos de Ancash. Con ese nombre se conocía al trabajo gratuito que prestaba el hombre de campo en una serie de obras públicas.
Desde tiempos antiguos, el hombre andino estaba acostumbrado a tres tipos de trabajo, en base a la reciprocidad. Primero estaba el “rantín” o ayni, por medio del cual la ayuda mutua se daba al interior de la comunidad, entre sus miembros; el techado de la casa ha quedado como ejemplo de “rantín” que aún hoy se practica. Luego venía la minka, el trabajo que el poblador prestaba a la comunidad en la reparación de caminos, limpieza de canales, etc. Finalmente se tenía la mita, que era el trabajo en favor del estado; así había una mita guerrera, la mita minera, etc. El poblador prestaba su servicio gratuito, pero la comunidad y el estado, velaban por él y su familia en caso de enfermedad, muerte, catástrofe o guerra.
Los trabajos “de la república” eran un remedo de minka, pues sólo a los campesinos se les obligaba a trabajar gratuitamente en obras que muy bien debían ser remuneradas. De cada estancia bajaba semanalmente un grupo de 50 campesinos para trabajar de modo gratuito. Así se construyó el cementerio de Pilataraq que en esa época se iba a inaugurar.
El nuevo prefecto, Coronel Francisco Noriega, para ganarse el favor de la población huarasina ordenó que mediante los trabajos “de la república” se levantaran las torres de la Iglesia Matriz, la que con el tiempo sería la Catedral de Huarás.
Lo que molestó a los campesinos fue que estando trabajando en dos obras, el prefecto exigiera que otro contingente vaya a reparar los techos del cuartel. Aparte de la natural inquina que le tenían a la tropa, siempre existía el temor a la represión y al abuso. Los campesinos no acudían a trabajar al cuartel. El Prefecto castigó a las autoridades, lo que puso más tirantes las relaciones con la nueva autoridad.
Pero la principal causa que originó la Revolución Campesina de 1885 en Ancash, fue la condición de semi esclavitud en que vivía el campesino. Desde el incario, el hombre del Ande del Callejón de Huaylas fue oprimido; los Incas dominaron a Huaras y Huaylas después de doce meses de cruenta lucha en 1460. Por ese resentimiento, 70 años después inicialmente apoyaron a los españoles. Una vez que comprendieron su error, comenzaron una larga lucha contra los colonizadores, quienes los sojuzgaron con fiereza.
La independencia nacional no significó nada ni le trajo ningún cambio para el campesino peruano. Se le utilizó como carne de cañón; se predicó que su vida mejoraría, que la liberación había llegado. Todo fue un vil engaño, un hermoso poema que quedó en el papel. La independencia fue capitalizada por los criollos, los hijos de los españoles, y ellos se aseguraron de que las cosas no cambien para el “indio”. Fue así que se profundizaron las desgracias del hombre del campo con la llegada de la república.
Durante la colonia, las Leyes de Indias impedían a los españoles apoderarse de las tierras de las comunidades; pues los indígenas tenían que poseer terrenos de donde saquen los productos para entregarlos como tributos.
Los nuevos dueños del Perú, los criollos, los hacendados, abolieron la propiedad de las comunidades campesinas, para quitar las tierras a los campesinos; cosa que ni los españoles hicieron. La independencia no trajo ninguna mejora para los campesinos; el encomendero español fue reemplazado por el hacendado.
En 1821, siendo Prefecto don Toribio de Luzuriaga, abolió la servidumbre y el injusto trato de “indios” que se daba a los campesinos de modo despectivo; el General San Martín lo decretó a nivel nacional. Pero esas disposiciones no se respetaron nunca.
Simón Bolívar, creador de la República aristocrática, proyecto en el que no tenían cabida los campesinos, como un reconocimiento al invalorable apoyo de éstos en las batallas de Junín y Ayacucho, en 1824 decretó que las tierras de las comunidades eran inviolables, pero jamás se hizo caso a dicha ley.
Nunca imaginaron los “mishtis”, que arruinando a la gente del Ande, arruinaban al Perú.
Que bueno encontrar esta página que nos acerque a conocer un poco de la revolución de 1885. Por otro lado es una pena el silencio que se hace de este hecho en la educación oficial peruana; y en la actualidad aún es lamentable no encontrar información en la web. Buena iniciativa la de tu blog.
ResponderEliminarSaludos
Ernesto Freyre.
A PESAR DEL TIEMPO, TODAVÍA EXISTEN MISHTIS, QUE ABUSAN DE LOS CAMPESINOS.
ResponderEliminarA PESAR DEL TIEMPO, TODAVÍA EXISTEN MISHTIS, QUE ABUSAN DE LOS CAMPESINOS.
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