domingo, 18 de noviembre de 2012

¡CATEDRAL DE HUARAZ, NUNCA LA VERÁS!


Don Ramón Castilla en óleo pintado durante su primer gobierno

Un dia como hoy, 18 de noviembre de 1852 el ex Presidente de la República don Ramón Castilla arriba a Huaraz de tránsito a Llumpa. En alas del amor, don Ramón iba a encontrarse con la bellísima Margarita Mariluz, quien había servido como ama de llaves en palacio de gobierno y a la vez logrado enceder fuego en el añoso corazón del último libertador que tuvo el Perú.
Don Ramón llegó a la plaza de armas de Huaraz y al ver las torres inconclusas de la iglesia matriz montó en cólera y exclamó: "¡Diez mil soles... diez mil soles y diez mil ladrones!". No era para menos el sofocón del bravo militar, pues estando en la presidencia tres años atrás, destinó S/. 10,000.00 del presupuesto nacional para la edificación de las mencionadas torres, que dicho sea de paso recién se culminaron en 1966, para desaparecer cuatro después el 31 de mayo de 1970.
El tema de las torres de la después llamada Catedral, dio origen al famoso dicho: "Catedral de Huaraz, nunca la verás". Castilla llegó al gobierno por segunda vez en 1854 y no quiso saber nada de construcciones en Huaraz.


La Catedral y sus torres concluídas, antes que les coloquen los relojes traídos de Suiza por don Francisco Sotelo López.
 
La polémica figura de Ramón Castilla enfrenta a los estudiosos de nuestra historia, mientras que para Basadre fue un honrado gobernante, muy bien intencionado, a quien envolvió en sus redes la oligarquía utilizando a su favor las leyes; para otros, Castilla no logró limpiar su imagen del baldón que significó su participación a favor de los chilenos en el desmembramiento de la Confederación Perú Boliviana.
La historia está llena de ejemplos de personajes que en una época obraron bien o mal y luego lo hicieron a viceversa. El héroe de ayer es el villano de hoy, o al contrario. Pumacahua, entregó a Túpac Amaru II, pero luego se inmortalizó luchando por la independencia. El mismo José Gabriel Condorcanqui, de joven fue un explotador del trabajo indígena, pero se ganó la gloria con su grito de libertad y su sublime sacrificio.


De triunfar Túpac Amaru II, el Perú no sería el país fracturado que es hoy en día
 
Piérola subordinó los sagrados intereses de la patria durante la guerra del 79 a favor de sus apetitos personales, pero luego fue el gran caudillo popular que encabezó la reconstrucción nacional. Andrés Avelino Cáceres, el gran héroe de la Breña, de morir en Huamachuco, sería nuestro máximo héroe nacional, pero sobrevivió y al llegar a la presidencia de la república, gobernó para la oligarquía, ganándose el repudio popular.
Nuestro querido Pedro Pablo Atusparia, si moría en la defensa de Yungay, no tendría parangón como un nuevo Túpac Amaru II; pero sólo quedo herido, y al implorar clemencia por él, pues estaba condenado a muerte, las damas huarasinas le condenaron a sobrevivir y cargar en sus espaldas el peso de la revolución y tener un final indigno de la magnitud de la causa que lideró.


"Atusparia, indio agreste, granítica mole..." (A. Tafur Pardo)
 
El corazón humano es insondable; y el azar, como escribe Basadre, tiene mucho que ver en la historia.
 
 
 

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